lunes, 28 de octubre de 2013

MOVILIDAD Y ESPACIO PÚBLICO

Aunque ya con mucho escepticismo, no me resigno a admitir que un bien público como es una plaza pueda ser degradado por la comodidad de algunos, la ceguera (falta de visión) de otros y la irresponsabilidad colectiva insensible ante la pérdida de valor de un paisaje urbano irrepetible del que deberíamos poder disfrutar la ciudadanía sin tener que estar permanentemente reivindicando nuestro derecho a un medio ambiente urbano limpio, seguro, sin ruidos, sin intromisiones visuales de coches ocupando un aparcamiento en el corazón de un municipio y, además en días no laborables.


Muchas veces hemos hablado sobre la importancia de la política de aparcamiento en el centro histórico de nuestros pueblos y ciudades y precisamente confiamos en esa política para impedir la presencia del automóvil usurpador de espacio público en el centro mismo del municipio. El automóvil se comporta como un fluido al que si no se le pone barreras ocupa todo el espacio habido y por haber. Y las barreras o son físicas o son económicas. Pues sepamos que la ocupación "gratis et amore" de un aparcamiento en una plaza céntrica de un pueblo tiene un coste medio ambiental y social, y unos riesgos que no deberíamos admitir de ninguna de las maneras.


Estos espacios tan valiosos para las relaciones ciudadanas y para su utilización segura por nuestros niños y mayores siempre fueron un legado patrimonial que recibimos de nuestros antecesores y que hasta la llegada del automóvil eran lugares de encuentro intergeneracinales en los que pasábamos grandes momentos de tertulias, descanso y solaz esparcimiento con la tranquilidad exenta de amenaza de vehículos intrusos.
Tenemos que recuperar estos espacios públicos para la ciudadanía en general y para nuestros niños y mayores en particular. Se lo debemos.